Por Iride Isabel Grillo*
Que este nuevo aniversario del 24 de marzo de 1976, sirva para detenernos y revisar conductas individuales y colectivas, porque causó males irreparables que quizás nunca puedan cicatrizar, máxime en razón de que devinieron institucionalmente del propio Estado Argentino.
Para defender la Constitución, nuestro pacto fundacional, con fuerza normativa por sobre toda norma u acto emanado de las autoridades públicas y de la ciudadanía. Para la defensa de los tratados celebrados por nuestro Estado Nacional y que están para ser cumplidos y no para ser ignorados ni vulnerados, como expresión de cumplimiento de la palabra que hemos dado en el ámbito interno y frente a la comunidad internacional. Y para la defensa de las leyes constitucionales dictadas en su consecuencia, que debemos también respetar y con mayor grado de responsabilidad como autoridades públicas.
Para sentirnos personas soberanas como nos manda el orden constitucional supremo del que debemos ser guardianes velando por el reconocimiento de derechos y cumpliendo con los deberes y consiguientes responsabilidades, recuperando la fraternidad, valor democrático tantas veces olvidado.
Para elevar nuestras voces y reaccionar frente a las situaciones de injusticia, provengan de donde provengan, haciendo uso de las garantías constitucionales, herramientas idóneas y eficaces que nos acuerda la Constitución para su defensa y que nos amparan frente a los dos grandes peligros que siempre acechan, la anarquía y el despotismo.
Para afianzar la libertad, como aprendizaje diario y tantas veces doloroso, mediante el respeto de las normas, evitando que la arbitrariedad en sus diversas modalidades avance, teniendo presente que ningún sistema autoritario ni totalitario se instala intempestiva ni sorpresivamente en una sociedad sino que va avanzando gradualmente por los resquicios y grietas que les permitimos.
Para reconocer que el sistema constitucional supremo tiene aptitud para regir el comportamiento global de una sociedad, lo que supone por parte de las autoridades el reconocimiento del carácter de constituídas y derivadas, y por parte de la ciudadanía el compromiso permanente en su custodia, porque las claudicaciones pesan sobre las conciencias individuales y colectivas y la historia siempre juzga dichas claudicaciones.
Para mantener vivo el espíritu constitucional que nos ampare sin exclusiones ni distinciones irritantes en la defensa de la verdad, la justicia, la libertad, la seguridad, la igualdad, el bienestar común y la ansiada paz social que nos permitirá el perdón que nos debemos, preparando el camino a quienes vendrán.
*Ministra del Superior Tribunal de Justicia del Chaco