La protesta se había organizado en rechazo a la privatización del comedor universitario de la Universidad Nacional del Nordeste, una medida que afectaba directamente a cientos de jóvenes estudiantes que encontraban allí su principal sustento diario. El comedor funcionaba en Belgrano 1045 y su posible arancelamiento despertó una fuerte reacción en la comunidad universitaria.
En los días previos ya se habían registrado manifestaciones tanto en Corrientes como en Chaco, con algunos enfrentamientos aislados con las fuerzas de seguridad. Sin embargo, lo ocurrido el 15 de mayo fue distinto. La convocatoria de ese mediodía fue masiva: estudiantes y trabajadores marchaban por el centro de la capital provincial con la intención de llegar al Rectorado, ubicado sobre calle 25 de Mayo.
La respuesta policial fue inmediata y brutal. Un fuerte operativo impidió el avance de la columna con gases lacrimógenos, balas de goma y plomo. La represión se extendió por horas y se transformó en una verdadera cacería por las calles céntricas. Muchos manifestantes lograron refugiarse en la sede de la CGT y en casas de vecinos solidarios.
Pasadas las 14, un grupo de personas volvió a reunirse en la Plaza Cabral, epicentro de la resistencia. Fue entonces cuando, desde un automóvil ocupado por policías, se dispararon armas de fuego hacia los manifestantes. Varios resultaron heridos, pero quien se llevó la peor parte fue Juan José Cabral.
Cabral, oriundo de Paso de los Libres, recibió un disparo en el pecho. Fue trasladado de urgencia a una clínica local, pero los intentos por salvarle la vida resultaron inútiles. Su asesinato desató lo que luego se conoció como el “Correntinazo”, una oleada de protestas que marcó el principio del fin para la dictadura de Juan Carlos Onganía.
A 56 años de aquel crimen impune, la figura de Juan José Cabral sigue viva en la memoria colectiva como emblema de la lucha por la educación pública, gratuita y de calidad.