Por Dra. Iride Isabel María Grillo
Padre nuestro, Sacerdote Santo…
Bendice sus días y enciende su corazón para que siga elevando su voz por los que no pueden hacerlo, denunciando la corrupción, la hipocresía y las mentiras nuestras de cada día.
Bendice sus noches, para que se sienta siempre amparado por nuestra Madre, descansando en sus brazos, las fatigas, desalientos y soledades.
Ilumina su mente para que pueda seguir siendo, con convicción y coraje, profeta de nuestro tiempo, interpelándonos fraternalmente para abajarnos de soberbias y egoísmos, darnos en sencillez y servicio y dejarnos ver por tu mirada misericordiosa.
Santifica su vida y las nuestras, derramando los siete dones de tu Santo Espíritu, la Sabiduría, el Discernimiento, la Ciencia y Consejo, la Fortaleza, la Santa Piedad y el Temor de Dios, para que la coherencia entre el pensar, el sentir, el decir y el hacer orienten nuestros espíritus.
Ampáralo y se siempre su refugio, su roca protectora, en la hora de las tempestades y de las tentaciones en el cumplimiento de la misión que le asignaste y ayúdanos a no olvidar que Francisco es un hombre, con sus fortalezas y debilidades, y todos nosotros, tu Iglesia.
Sana su cuerpo, sus pensamientos y su alma de niño para que su sonrisa pueda seguir convocándonos y estemos disponibles a tu llamado, obedientes y humildes frente a tu grandeza.
Fortalece sus pies y guía sus pasos para que pise firme, como buen pastor, y podamos caminar juntos en este siglo XXI, llamado a ser el siglo de la justicia, de la igualdad y de la participación ciudadana.
Gracias por bendecirnos a la patria americana y argentina, bendiciendo a un sacerdote nuestro.
Amén.