“La hipertensión muchas veces no presenta síntomas, o lo hace de manera muy leve. Esto hace que muchos pacientes se pregunten por qué deberían tratarse si se sienten bien. Pero justamente ese es el peligro: cuando da señales, ya puede haber causado daño”, explicó Olivello.
Según detalló, esta enfermedad puede comenzar a edades tan tempranas como los 25 o 30 años, especialmente en personas con antecedentes familiares, sedentarismo, obesidad, estrés, falta de descanso, tabaquismo o una mala alimentación. Además, recordó que los cambios en los hábitos de vida son claves tanto para prevenir como para controlar la presión alta.
“Dejar el sedentarismo, mejorar la alimentación, reducir el consumo de sal y evitar el tabaco son pasos fundamentales”, señaló. En este punto, advirtió que no solo hay que preocuparse por la sal que se agrega a la comida, sino por la que ya viene incluida en productos procesados, enlatados o precocinados. “Cuanto más dura es la envoltura, más sal contiene el producto”, resumió.
Entre los síntomas que pueden ser señales de alerta mencionó la pesadez en la nuca —especialmente por las mañanas—, el cansancio excesivo, los dolores de cabeza persistentes y la dificultad para realizar actividades físicas habituales. “La hipertensión puede dar la cara por primera vez con un infarto o un ACV”, alertó.
Consultado sobre el componente hereditario, Olivello reconoció que existe una base genética, pero remarcó que lo más determinante es el estilo de vida. “Cada uno define su salud con lo que hace: lo que comemos, si hacemos ejercicio, si fumamos o no. Todo eso cuenta”.
Recomendó tener un tensiómetro en casa y aprender a usarlo correctamente. “Así como tenemos electrodomésticos que casi no usamos, podríamos tener uno que nos ayude a cuidarnos de verdad”, sugirió.
También hizo referencia a situaciones específicas como la hipertensión en adolescentes, durante el embarazo o en adultos mayores. En particular, advirtió que hasta un 50% de las mujeres que presentan hipertensión gestacional podrían desarrollar hipertensión crónica en el futuro.
Por último, dejó una reflexión sobre la alimentación y el autocuidado: “Comer bien requiere disciplina. No se trata solo de cantidad, sino de calidad. Tener hábitos saludables da dignidad y seguridad. Saber manejar nuestras debilidades también es parte de cuidarnos”.