Por Alejandro Rebossio
En un almuerzo informal de Mercado Libre con periodistas, un directivo del grupo de Marcos Galperin dijo esta semana que no descartaba tramitar la licencia del Banco Central para comenzar a operar como un banco, lo que sometería a su división Mercado Pago a controles que en la actualidad no la alcanzan –tiene otros– y le abriría la puerta a negocios a los que hoy en día no puede acceder. Pero en la compañía del mayor magnate de la Argentina y activo militante libertario en la red X aclaran que no hay apuro para dar ese paso y que es lo mismo que vienen diciendo desde que en 2018 crearon su banco digital en Brasil, el primero en Latinoamérica.
Este año sumaron un banco –no sólo online– en México. Aunque se descuenta que un Banco Central bajo el gobierno de Javier Milei le facilitaría la licencia, el trámite lleva su tiempo y por esa y otras razones de presencia en el mercado no se descarta que pueda salir de compras a la filial del español BBVA, al Patagonia –del Banco do Brasil–, el Supervielle, el grupo de los Eskenazi –bancos Santa Fe, Entre Ríos, San Juan y Santa Cruz–, el Industrial –de la familia Meta, que en la actualidad recibe el dinero de las cuentas remuneradas de Mercado Pago para invertirlas en fondos comunes de inversión– o el Comafi –de los Cerviño–, según especulan en un sector que vienen concentrándose después de la retirara del británico HSBC –Galicia compró su subsidiaria– y el brasileño Itaú –reemplazado por Macro–.
Pero Mercado Libre espera que no sea necesario tener que convertirse en banco para que las autoridades le permitan pagar sueldos y jubilaciones, como ya está abonando los planes sociales, mientras apunta a convertirse en la alternativa más fuerte al uso de la tarjeta SUBE primero en el subte y después en el colectivo y el tren.
Hasta ahora, Mercado Pago es una prestadora de servicio de pago (PSP) y, como tal, sí está regulada por el Central. Pero no es la misma norma que rige para los bancos. Una PSP puede ofrecer billeteras virtuales a la población, pero no puede usar ese dinero para prestarlo, como hacen las entidades bancarias. Mercado Pago presta pero con fondos propios, por ejemplo, originados en el negocio de comercio electrónico de Mercado Libre. Desde 2020, las fintech o financieras tecnológicas tienen la obligación de depositar el dinero que reciben en cuentas de bancos. Antes podían invertirlas a piacere. O sea, no es verdad el mito de que no están encajadas. Lo que no están es garantizadas. Esta plata no está cubierta por el Seguro de Depósito SA (Sedesa), que rige para los ahorros en bancos por hasta $25 millones por cuenta, según explica la exsubgerenta general de regulación financiera del Banco Central en el anterior gobierno, Daniela Bossio. Esa garantía es la que salvó ahorristas en la crisis de 2001, cuando cerraron bancos o huyeron algunos del extranjero. Además, hasta junio pasado, el Banco Central obligaba a las fintech a que en caso de ganar dinero con los depósitos en bancos les pasaran una parte a sus clientes, pero esa obligación fue derogada por la gestión de Santiago Bausili.
Pero la inmensa mayoría de los usuarios de Mercado Pago aceptan poner su plata en una cuenta remunerada, que a su vez se invierte en un fondo común de inversión (FCI) del Banco Industrial y que hoy en día ofrece una renta del 35,7% anual (menos que el 41% de Cocos de Ariel Sbdar, el 40% de Ualá de Pierpaolo Barbieri y el 36% de NaranjaX del grupo Galicia). La administración Bausili obligó a las PSP que invirtieran el 15% de los fondos de cuentas remuneradas en depósitos bancarios. Pero no hay un encaje del 100% porque no se trata de algo sí como una caja de ahorro sino de una inversión en cuentas, plazos fijos y cauciones bursátiles.
Pasar a convertirse en un banco implica una regulación más compleja, la llamada microprudencial y la macroprudencial, basada en las normas del Comité de Basilea (de supervision bancaria internacional) porque implica usar los fondos de los clientes para prestarlos a otros. “Esa función de captar depósitos y luego darse vuelta y prestarlos conlleva muchos riesgos y, por lo tanto, hay un esquema y un marco legal y regulatorio que busca contener esos riesgos de manera permanente. Y también dar respuestas y tener planes para situaciones de crisis”, explica Bossio.
“Por ejemplo, existen las normas prudenciales vinculadas a los requisitos de capital, requisitos de liquidez, normas vinculadas al otorgamiento de los créditos, para que no haya concentración en determinados deudores o en un único deudor, vinculadas a si son entidades grandes y si son sistémicas. Hay un cuerpo normativo enorme vinculado al lavado de activos, donde hoy es la UIF (Unidad de Información Financiera) el principal organismo regulador. pero el Banco Central complementa”, continúa la experta que sigue trabajando con su anterior jefe, Miguel Pesce, antecesor de Bausili.
Las fintech como Mercado Pago también comenzaron a estar bajo control de la UIF a partir de una ley de marzo pasado que había quedado pendiente después de una evaluación de Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) al país. Además, “para ser una entidad financiera, el Banco Central requiere de una autorización previa donde se analizan todas las carpetas y todas las funciones, los roles, el capital, la idoneidad y experiencia de los accionistas y de quienes van a formar parte del directorio de los bancos”, agrega Bossio. En cambio, las PSP, aparte de las regulaciones mencionadas, tiene algunas normas sobre cómo hacer las transferencias inmediatas, cuáles son los mecanismos de seguridad de la información y de la tecnología de la que deben disponer y en cuanto a la protección de usuarios de servicios financieros. Pero no es lo mismo.
Si Mercado Libre fuera banco podría expandir sus negocios, mejorar aún más su valuación –hoy es la segunda empresa de Latinoamérica, sólo por detrás de Femsa, la embotelladora mexicana de Coca-Cola– y hasta convertirse en la entidad bancaria más grande de la región, por encima del brasileño Itaú, Banco do Brasil, BBVA, su compatriota Santander o el estadounidense Citi. Podría ofrecer no sólo, como hasta ahora, créditos personales sino prendarios (para autos), hipotecarios o a empresas, para su capital de trabajo (gastos cotidianos), inversiones o su comercio exterior. Además, las tasas podrían ser menores gracias al fondo de los adornistas. A estos, a su vez, podrían permitirles la colocación de plazos fijos.
Pero por ahora Galperin quiere seguir siendo un PSP y que lo dejen pagar sueldos y jubilaciones. El gobierno de Mauricio Macri había adoptado una decisión que después fue frenada por el de Alberto Fernández y ahora fue habilitada por el de Javier Milei para abonar la asignación universal por hijo (AUH), el plan Progresar y otros sociales siempre que el beneficiario vaya a la web y pida el cambio para dejar de cobrar en un banco. Ya consiguieron captar a 400.000 clientes y ahora están en campaña publicitaria para sumar más. Pero no se quedan ahí.
“Liberen las jubilaciones”, reclamó el dueño de Mercado Libre. Acostumbrado a desafiar a las autoridades, como su ídolo Elon Musk, mayor magnate del mundo y futuro secretario de Eficiencia Gubernamental de Donald Trump, Galperin desafió a cambiar la norma que establece que sólo los bancos con sucursales y sus respectivos cajeros automáticos puedan repartir los haberes de los trabajadores pasivos. En las entidades bancarias comentan que los más mayores prefieren retirar el efectivo, incluso de las cajas atendidas por empleados, pero los jubilados más jóvenes se manejan con las nuevas tecnologías, aunque en el conurbano o en determinadas localidades del interior pueden encontrarse con dificultades para hacerse de cash si lo necesitan en caso de decidir migrar a una fintech. A su vez, Macri había permitido que se pudieran cobrar los sueldos por billeteras virtuales, nunca lo implementó, Fernández lo frenó y Milei lo restauró con el mega DNU (decreto de necesidad y urgencia) número 70 de fines de 2023 hasta que la Justicia se lo volvió a bloquear.
El otro deseo del empresario residente en Uruguay es quedarse con los pagos del subte, el colectivo y el tren de la Argentina, que hasta ahora se hace con la SUBE. Entre el mes próximo y enero se pondrá a prueba un sistema que le adjudicó Emova, la empresa de los Roggio que controla el subterráneo, para procesar los pagos con QR. Sus competidores están que trinan porque advierten que pueden quedar relegados en este segmento si Mercado Libre diseña el sistema a su conveniencia o se lo informa tarde. Otras dos compañías procesarán los pagos del metro de quienes sólo quieran apoyar en el molinete su tarjeta de débito o crédito o su celular con el plástico incorporado con la tecnología NFC (sólo los más nuevos): son Payway, del fondo norteamericano Advent, y Open Pass, de Fabio Calcaterra, primo de Mauricio y Jorge Macri, jefe de gobierno porteño. Emova es concesionaria del gobierno de la ciudad de Buenos Aires. En el caso del ferrocarril y el bondi o cole, como le llaman en varias provincias, Nación Servicios, la firma del Banco Nación responsable de la SUBE, está trabajando con Mercado Libre y otras compañías para que también se desarrolle el pago con QR o tarjeta contact less.
¿No hay mercado que Galperin quiere dejar libre de su presencia? Enfrente de él tampoco hay organizaciones de beneficencia, aunque así los considere Milei a los grandes empresarios. Entre los bancos reinan los públicos Nación, Provincia –con su Cuenta DNI, popular por sus descuentos– y Ciudad, los privados Galicia –de los Escasany, Braun y Ayerza, que en su grupo suman NaranjaX–, Santander, BBVA, Macro –de Jorge Brito–, el chino ICBC y el Patagonia y el cooperativo Credicoop. Entre las billeteras virtuales también tercian dos apps de empresas de telecomunicaciones, Personal Pay –de Telecom, la firma de los dueños del Grupo Clarín, como Héctor Magnetto y los Noble Herrera– y Claro Pay, del mexicano Carlos Slim, el mayor millonario de Latinoamérica. En el medio, la población, que encuentra que con el celular se le facilita la vida, pero también busca evitar comisiones y tasas excesivas y rendimientos pobres frente a una inflación menguante pero aún significativa.
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