Un equipo de investigadores e investigadoras de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires – Unicen – desarrolló un mamógrafo óptico único en el mundo. A diferencia de la tecnología empleada usualmente, ofrece mayor comodidad para pacientes, logra más precisión en el diagnóstico, prescinde de la radiación y, como resultado, puede contribuir a la detección temprana de enfermedades asociadas.
El cáncer de mama constituye el tipo más frecuente entre las mujeres, por eso, cualquier abordaje que apunte a ganar eficacia en su identificación constituye una buena noticia.
Desde la Facultad de Ciencias Exactas de Unicen anunciaron que el prototipo, denominado Mamoref, ya está listo y que por su bajo costo será accesible para que, una vez que sea escalado, pueda distribuirse en las instituciones sanitarias a nivel municipal y provincial. En el presente, el equipo a cargo del desarrollo prevé ampliar los ensayos clínicos con el propósito de ultimar detalles y conseguir la homologación necesaria de Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat).
El mamógrafo es el resultado de la articulación público-privada, ya que es propiedad de Bionirs: una empresa de base tecnológica que fue creada a partir de la asociación entre la Universidad, el Conicet y el Grupo Sancor. “Bionirs es una start up que se dedica a desarrollar soluciones para resolver problemas específicos de la salud femenina y disminuir la desigualdad en el acceso al sistema sanitario. Esperamos que Mamoref, al ser simple y transportable, pueda brindar una experiencia de diagnóstico mucho más amena para todas las mujeres y que se convierta en una herramienta capaz de combatir el cáncer de mama”, señala a Página 12 Pamela Pardini, CEO de la compañía. Y completa: “También tenemos el objetivo de reducir la brecha de mujeres y hombres que forman parte del mundo tecnológico”.
Hay varios prototipos construidos y uno, de hecho, ya se valida en pruebas clínicas de un hospital de Mar del Plata. No obstante los buenos resultados alcanzados hasta el momento, para escalar la producción, los científicos solicitan mayor aporte privado.
En la mayoría de los desarrollos que llegan a buen puerto el proceso es calcado: se advierte una primera instancia en que el aporte estatal es fundamental (además de la inversión que constituye durante años la formación de los científicos) y, luego, para poder avanzar en las etapas siguientes de diseño y escalado del producto se necesita del apoyo privado. Así es cómo, de manera sintética, las ideas se convierten en algo material y palpable que modifica las vidas de las personas.
Más confortable, precisa e inclusiva
“La mamografía realizada usualmente brinda información estructural de lo que sucede en la mama: indica que hay zonas de mayor densidad que otras y, como resultado, levanta la sospecha del médico. En función de eso, más lo que el profesional de la salud conoce de la historia clínica de las pacientes, el próximo paso es una biopsia, es decir, la extracción de una pequeña porción del tejido sospechoso para evaluar si es un tumor maligno o benigno”, relata Nicolás Carbone, doctor en física de la Universidad y encargado del diseño tecnológico del mamógrafo.
A nivel mundial, un alto porcentaje de las mujeres que llegan al estado de biopsia (entre un 60 y un 80 por ciento según la referencia que se tome) no poseen una patología maligna. “Es necesaria la biopsia, de hecho se realiza para descartar una enfermedad potencialmente mortal. Sin embargo, también es cara, invasiva y acarrea un trastorno psicológico muy grande para la mujer, que teme a un potencial cáncer. Aquí es cuando nuestra tecnología puede ser de mucha ayuda”, advierte el científico.
“El dispositivo emplea luz infrarroja (completamente segura) en vez de ultrasonido o rayos X como la técnica estándar. La luz se absorbe de forma diferenciada en función de si el tejido está oxigenado o no lo está. Así es cómo logramos un mapa de saturación de oxígeno de la mama y eso brinda información estructural, pero también metabólica. Se trata de un indicador claro, de una firma típica de un tumor maligno”, detalla Carbone.
Al crecer y expandirse el tumor maligno requiere de combustible: sangre oxigenada que lo rodee. De esta manera, a partir de la puesta en marcha de Mamoref, es posible distinguir qué es lo que ocurre en un paso previo a la realización de la biopsia.
Además de la precisión, la otra virtud del producto innovador es el confort que ofrece a las pacientes. Solo es necesario que la persona se siente y apoye una mama sobre la parte frontal del artefacto. “No se requiere de comprimir la mama y el estudio puede realizarse la cantidad de veces que sea necesario. Por este motivo, la tecnología puede ser útil para realizar el seguimiento de un tratamiento cuando el diagnóstico de cáncer ya esté confirmado”, agrega el científico.
El láser es el encargado de hacer todo el trabajo, al enviar la información requerida por el especialista. Tan solo bastan cinco minutos para que el procedimiento se cumpla. Al contar con un manejo mucho más amable que las tecnologías previas, se limita la dependencia que habitualmente se tiene con respecto a los técnicos. Como detalle adicional, como relata Carbone, ya no se requiere de los rayos X para la localización de signos de cáncer, ni la incomodidad (molestia e incluso dolor) por la presión sobre las mamas que se reporta en el procedimiento convencional.
Durante los años que lleva el diseño de prototipos, las versiones fueron modificándose en relación a los requisitos planteados por las propias pacientes. En el primero, las mujeres se colocaban boca abajo y apoyaban un pecho en una ventana transparente. El método, no obstante, ofrecía algunas desventajas: había quienes lo juzgaban molesto, no podían tolerar la posición durante cinco o diez minutos y era difícil para embarazadas. La segunda versión del prototipo (que se presenta en la actualidad), en cambio, es más inclusiva: se sienta con una postura más sencilla, por lo que es accesible a personas que esperan un bebé y para aquellas con movilidad reducida.
En el podio de un problema global
En 2020, el cáncer provocó el fallecimiento de 10 millones de seres humanos. Y si se desmenuza este número se llega a la conclusión que el más corriente es el de mama. Luego le siguen los de pulmón, colon y recto. En Argentina, según las estimaciones del Observatorio Global del Cáncer (Globocan) que cita el Ministerio de Salud, se registraron 130.878 casos nuevos de cáncer en 2020, de los cuales el 47 por ciento fue registrado en hombres y el 53 por ciento en mujeres. La tasa de incidencia fue de 212,4 casos por 100 mil habitantes, cifra que ubica al país como una de las naciones del planeta con incidencia media-alta de la enfermedad.
A tono con la tendencia mundial, en territorio doméstico, el de mama es el de mayor magnitud (16 por ciento de los casos), y le siguen el colorrectal (12 por ciento), el de pulmón (9,3 por ciento) y el de próstata (9 por ciento).
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