La donación pasará a formar parte del museo, pero también como símbolo de la hermandad y del trabajo mancomunado en turismo cultural que llevarán adelante la provincia de Misiones y el municipio de Villa Carlos Paz Carlos Paz.
El secretario de Turismo, Cultura, Deportes e Innovación, Sebastián Boldrini posó junto al Secretario de Cultura de Estado de la provincia de Misiones, Joselo Schuap en el “Hogar misionero del Che”, un museo-parque que la provincia puso en valor y forma parte del patrimonio del turismo cultural que ofrece la provincia de la tierra colorada.
Cabe recordar que el afamado escritor Horacio Quiroga (Salto, Uruguay, 1878 – Buenos Aires, 1937) llegó a la selva misionera como fotógrafo, acompañando a Leopoldo Lugones en un relevamiento de las ruinas jesuíticas.
“Cuando saqué la primera foto entre las ruinas de San Ignacio, supe que aquella tierra me había atrapado para siempre, que me sería imposible regresar, porque era ese el lugar en el que quería vivir y contar lo que veía”, dijo Quiroga cuando llegó a la selva misionera como fotógrafo.
Llegó acompañado de otro gran escritor del momento, Leopoldo Lugones, motivado por todo lo que ofrecía la exploración de las ruinas jesuíticas. Así fue cómo Horacio Quiroga adquirió varias hectáreas y se estableció con su familia. Allí construyó su lugar para la escritura y la fotografía que tanto le apasionaba: entre 1909 y 1916, con su primera esposa, Ana María Cirés; y entre 1932 y 1936, con su segunda mujer, María Elena Bravo.
En todos esos años, el autor escribió muchos de sus mejores cuentos, encontró la fama y el prestigio literario. Sin embargo, su vida también estuvo signada por la desgracia, la enfermedad y el suicidio.
En 1901, publicó Los arrecifes de coral, poemas, cuentos y prosas líricas de corte modernista; los relatos de El crimen del otro (1904), la novela breve Los perseguidos (1905), inspirada en aquel viaje junto con Leopoldo Lugones por la selva misionera, y otra más extensa: Historia de un amor turbio (1908).
En la provincia de Misiones, se desempeñó como juez de paz en San Ignacio, mientras cultivaba yerba mate y naranjas.