Briones, antropóloga y docente de la Universidad de Rio Negro, acaba de publicar en coautoría con otros 18 académicos y referentes indígenas de Argentina, Brasil, Ecuador y Colombia, el libro “Genocidios Indígenas en América Latina” compilado por Carlos Salamanca Villamizar y Alcida Rita Ramos y editado por cuatro sellos de diferentes países, entre ellos Universidad Nacional de Rosario (UNR) Editora.
Télam: ¿Por qué es genocidio el término que más conviene a la reducción drástica de las poblaciones originarias con la conformación de los estados nacionales en las américas?
Briones: Hace unos años que viene habiendo un gran debate sobre si es genocidio o si son crímenes de lesa humanidad, pero eso va a depender desde qué perspectiva uno piense el concepto.
Por supuesto que los juristas tienen una serie de condiciones que van estableciendo, desde el punto de vista de la evidencia, lo que es un genocidio. Pero también tenés otro camino que es escuchar a los mismos pueblos indígenas en su definición de “vida”, que es mucho más amplia porque implica la posibilidad de ser y de vivir colectivamente
Además, como ellos tienen una visión muy relacional de su ser social, incluso cualquier evento acotado que involucra a (la muerte de) pocas personas, indefectiblemente afecta al grupo.
Me parece importante que incluso el discurso jurídico se abra a pensar desde qué otras nociones de vida se puede entender el genocidio porque lo que estos pueblos están denunciando es que les impiden la posibilidad de ser colectivamente y eso ellos lo ven como un camino al exterminio.
T: ¿En su caso, qué elementos te hacen decir que fue un genocidio?
B: Yo trabajo en Patagonia, entonces mis evidencias antropológicas son dos: por un lado, hubo un episodio histórico llamado ‘conquista del desierto’ pero, por otro, como antropóloga yo escucho a la gente decir que sigue produciendo efectos en sus vidas.
La conquista del desierto se planteó como una guerra al indio, pero la idea de guerra está deshabilitada por varias razones, porque para empezar no eran dos ejércitos equivalentes. Pero dejando de lado esa discusión, la pregunta es qué ocurrió después, y la verdad que después siguieron matado, recluyendo en campos de concentración, apropiando niños e identidades, disponiendo de mano de obra (indígena forzada) para trabajar en diferentes lugares.
Por otro lado, la gente sigue insistiendo que al día de hoy eso tiene efectos y en ese contexto mi contribución fue esta noción de “pasados que no pasan” y hay muchas razones por las cuales más allá de que este tipo de prácticas siguen aconteciendo -como desalojos, criminalización y desplazamientos-, lo que también acontece es que esa memoria (del exterminio) redunda en las posibilidades presentes de ser y de hacer.
Y esos dolores que se fueron dando además en diferentes momentos de la historia. Entonces no es sólo la memoria de lo que pasó a fin del siglo XIX sino también lo que siguió pasando en varios momentos del siglo XX y lo que está pasando en el siglo XXI. Y todo eso se condensa en la idea de ‘siempre es contra nosotros como colectivo’, digamos.
T: ¿Qué tienen en común los episodios de genocidio indígena en los diferentes países de Latinoamérica?
B: Sabemos que en diferentes países y en diferentes momentos los Estados Nación se construyeron sobre la desposesión de los pueblos indígenas. Luego, la forma en que eso se hizo y se hace es completamente diferente por lo que no se puede generalizar y hay que analizar caso por caso.
Por otro lado, a veces se cuentan la conformación de los Estados Nación como una aplanadora que opera sobre un determinado territorio al mismo tiempo y en realidad lo que vos vas viendo es que eso es un proceso que se da en diferentes momentos y con distintas prácticas, con organismos estatales llegando en muy diferentes momentos a lugares distintos.
Por ejemplo, territorios donde se arrinconó a las poblaciones indígenas porque no se consideraba valiosos o apetecibles, de pronto devienen foco de atención porque ahí se descubrió litio. Lo mismo con la explotación petrolera.
Entonces lugares en los que nadie quería vivir, de golpe cae un frente económico determinado que los transforma completamente y empieza a desalojar, a privatizar (a los pueblos indígenas) y eso se da en el tiempo.
T: ¿Por qué nos cuesta tanto pensar en la matanza de pueblos originarios como genocidio?
B: Por un lado, hay un sentido común según el cual “no todas las vidas, valen lo mismo”, “esto es una historia vieja”, “nosotros tenemos problemas urgentes de lo que hay que ocuparse”, “¿Pero cuántos son?”, “Qué más quieren, ya está, ya pasó, ya fue”, “pero ahora somos todos argentinos”.
Y mientras siguen pasando todas esas cosas y hay mucho silenciamiento, desde la historia oficial que sigue insistiendo, que “eso fue completamente necesario”, que “fue la manera que encontramos de hacer el país”, que “que si no la Patagonia sería chilena”.
T: En tu capítulo del libro, hablás de “Pasados que no pasan”…
B: Claro, porque ni de un lado, ni del otro, eso es algo que ya pasó, que ya está. Entonces mientras desde un sector que se apoya en la historia oficial esto es entendido como “lo que nos hizo ser lo que somos” y lo legitimamos porque “si no, no tendríamos la Patagonia” o “porque la Patagonia sigue siendo un desierto que hay que poblar”; del otro desde el dolor sigue estando presente en cada negación, en cada maltrato, en cada desalojo
T: Durante la presentación del libro, dijiste que “la palabra discriminación queda corta” para hablar del genocidio….
B: Es que la discriminación -que yo no digo que no acontezca- es un concepto que evoca la idea de maltrato personal, siendo que acá hay procesos que son mucho más amplios. Eso también se da, claro, y genera un daño; pero no estamos hablando solo de procesos que operan a nivel individual sino a uno mucho mayor aunque se expresen de formas sutiles.
T: ¿Qué piensa de los las causas judiciales y los juicios -convencionales o por la verdad histórica- que investigan y juzgan por masacres indígenas como delitos de lesa humanidad o genocidio?
B: Bueno, que pienso que ya era hora. Al principio no fue sencillo que se escuchara la idea de crímenes de lesa humanidad para otra cosa que no fuera el terrorismo de Estado de los años ’70 y lo que nosotros decíamos es que ese hecho tenía raíces más profundas. Y por eso la idea de empezar a trabajar y documentar, por ejemplo, campos de concentración instalados en Patagonia después de la conquista del desierto.
T: El movimiento de las Mujeres del Buen Vivir proponen ir más allá y hablar directamente de “terricidio”…
-B: Es que esa idea del “terricidio” engloba un conjunto de prácticas que vinculan la idea de “femicidio” -porque contra ellas o elles recaen acciones aún más gravosas-, con la de “ecocidio” -que es el daño a la pacha o la mapu como lugar donde vivir-, y también con la de “epistemicidio” que nos interpela a nosotros como cientistas sociales por descalificar algunos saberes en función de la diferencia entre conocimiento válido y creencia.
Lo que están tratando de mostrar con la idea de terricidio es que cuestiones que nosotros pensamos por separado, ellas lo están viendo todo junto desde otra visión sobre las cosas que me parece muy importante.
Télam